
Hace unos días estuve en Bilbao. A parte de disfrutar -hasta el hartazgo- de los pinchos vascos en los bares de las Siete Calles, en el casco antiguo de la ciudad, y de largos paseos a orillas del Nervión, pude asistir a la exposición Cosas del Surrealismo, presentada en el Museo Guggenheim. En el tercer nivel de ese enorme museo, cuya arquitectura es ya una obra de arte, vi objetos extravagantes, desmesurados, puro surrealismo, como el Sofá en forma de los labios, de Mae West (1938), y el Teléfono Langosta (Téléphone-Homard, 1938), de Dalí. También la Venus de Milo con cajones (Venus de Milo aux tiroirs, 1936/64) de Salvador Dalí, el sillón Carretilla (Brouette) de Óscar Domínguez (ca. 1937), y la jaula surrealista, que Jean-Michel Frank fabricó para los escaparates de la famosa boutique de alta costura de Elsa Schiaparelli, diseñadora y empresaria que se encargó de hacer de la imaginación surrealista un buen negocio.


A lo mejor esto último los Neosurrealistas nunca llegaron a entenderlo, porque hasta donde sé ninguno de ellos ganó algo de dinero con su desbordada imaginación. Sé que algunos terminaron dando clases en oscuras academias preuniversitarias del centro de Lima, y otros absorbidos en trabajos de poca monta. Incluso, el único que tuvo algo que ver con la moda, no pasó de ser un corta telas y plancha pantalones. Vaya final más realista.
(Fotos: [1]"El Teléfono Langosta", de Salvador Dalí (1938); [2] Decorado para la obra "Romeo y Julieta" en cargado a Max Erns y Joan Miró (1926); [3] Foto de Bernardo del Corral de la exposición)
2 comentarios:
Conocía a los Neosurrealistas. Un grupo de adolescentes desorientados que entendieron mal la litaratura. ¿No los echaron de san marcos?
Uno de ellos fundó otro grupo llamado los Patafísicos. Ahi estaban el chato Quiroz, Gladys Flores y Farje Cuchillo, que también era de los Neosurrealista.
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